En estos días, en el marco del G20, se debaten las relaciones comerciales entre dos potencias mundiales (China y Estados Unidos). Entre otros aspectos, los aranceles que unos y otros aplican a los respectivos productos que intercambian.
También, acuerdos bilaterales diversos entre distintos países, cuestiones económicas y de poder en sus diversas manifestaciones. Todo lo anterior matizado con amenazas terroristas y otros desafíos no menos violentos.
Como un complemento necesario a todo lo anterior, entra en juego en las distintas negociaciones, la personalidad de los líderes mundiales, con sus diferentes características e impronta impartidas a sus respectivas gestiones.
Como un devenir de estas cuestiones planetarias, todas las organizaciones se ven afectadas de múltiples maneras, no sólo las que realizan negocios con los países en cuestión. De un modo u otro, todos nos vemos afectados. Empresas e individuos.
Desde el inicio de este siglo ha surgido la ética como un factor diferenciador, producto de las consecuencias nefastas que la “no ética” trajo aparejada en diversas ocasiones.
¿Cómo es el comportamiento de los líderes mundiales? ¿Cómo es el comportamiento de los líderes empresariales, a cargo de organizaciones transnacionales de gran envergadura (devenidos también en líderes mundiales, desde otro lugar)?
Para realizar cualquier evaluación se debe tener en cuenta que -de las personas- solo es posible “ver” sus comportamientos. En relación con los líderes mundiales, como es casi obvio, solo podemos apreciarlos a la distancia, por lo cual únicamente será posible observar algunos pocos comportamientos. No obstante, muchos de sus comportamientos (que quizá no podemos ver nosotros directamente) adquieren visibilidad a través de acciones concretas que estos líderes lleven a cabo. Por ejemplo, convenios y acuerdos que se firman.
En materia de líderes mundiales, en especial, los líderes políticos, se agrega una complejidad adicional: el medio a través del cual se difunde tal o cual acto.
Aún con todas las limitaciones expuestas precedentemente, se podrá conocer más acerca de los líderes mundiales a través de observar sus comportamientos.
En cuanto a la ética sugiero considerar la siguiente definición de la competencia Ética:
Capacidad para sentir y obrar en todo momento de acuerdo con los valores morales y las buenas costumbres y prácticas profesionales, y respetar las políticas organizacionales. Implica sentir y obrar de este modo en todo momento, tanto en la vida profesional y laboral como en la vida privada, aun en forma contraria a supuestos intereses propios o del sector/organización al que pertenece, ya que las buenas costumbres y los valores morales están por encima de su accionar, y la organización así lo desea y lo comprende.
La definición precedente fue pensada para ser utilizada en el marco de una organización, de cualquier tipo y tamaño. No obstante -de dicha definición- deseo destacar que la misma incluye “obrar de acuerdo a las buenas prácticas profesionales”, entre otros factores adicionales a los “valores morales”, imprescindibles, desde ya.
También, se señala que el comportamiento ético involucra tanto la vida profesional como la privada.
PARA REFLEXIONAR
Un líder de un país, también un líder organizacional, debería poseer en grado alto la competencia ética, con los ingredientes contemplados en la definición precedente, más otros, que deberían sumarse, producto de la particular gestión a su cargo: dirigir un país y, en algunos casos, además extender su influencia a otras naciones.
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La Ética en las relaciones comerciales, entre países, entre organizaciones, entre personas.