El conocimiento y, específicamente el conocimiento científico, no siempre es valorado en su justa medida y, en muchos planos de la vida, se toman decisiones en base a creencias, a juicios previos sin fundamento alguno y a otras razones similares.
También, en muchas circunstancias, la percepción se considera por sobre el conocimiento y/o los datos objetivos, concretos, producto -por ejemplo- de una medición.
Si bien en muchos temas hay dos formas de ver las cosas (o más), esto no siempre es así. No todo es opinable ni sujeto discusión.
Veo un comic en el diario. En la escena, el oftalmólogo en una medición de la vista de un paciente le pregunta -al paciente- qué letra observa en una pantalla, señalándole la letra “V”. Este responde que una letra “J” y a renglón seguido agrega “yo respeto su opinión, espero que usted respete la mía”.
Más allá de la sonrisa que pretende provocar el comic a su ocasional lector, mi mirada fue otra. Vi en esa publicación la metáfora de una situación frecuente.
En la figura, el médico está realizando una medición de la visión y por lo tanto, en este caso la letra seleccionada es la “V” y no otra. Esa será la respuesta correcta.
Llevando a otros planos de la vida cotidiana, podríamos citar muchas situaciones análogas. La determinación de los metros cuadrados de una propiedad, el peso de un vehículo, el tamaño y el peso de una maleta, la cantidad de mililitros de lluvia caída en una determinada cantidad de tiempo, y así muchos otros casos.
Sin embargo, en cualquiera de ellos, podrán -también- observarse opiniones al respecto.
Por un lado, el dato objetivo (metros cuadrados, kilogramos, mililitros, etc.), y por otro, la percepción personal.
Retomemos uno de los ejemplos: dos propiedades distintas, con la misma cantidad de metros cuadrados, ya sea una vivienda u oficina, podrán ofrecer más espacio disponible según el diseño y distribución, luminosidad, etc.
En una medición de la vista, el médico tomará en cuenta, por ejemplo, que si la letra expuesta es una Q y el paciente vio una O, la diferencia es menor que si hubiese respondido que la letra es una A, etc.
Las personas, sin considerar ninguna segunda intención, al emitir un juicio, no siempre realizan una diferenciación clara entre los datos objetivos y la percepción de estos. En la percepción de una persona, incluso un experto, una oficina con un determinado diseño podrá ser percibida cómo más grande, más cómoda, etc., que otra, con la misma cantidad de metros cuadrados. Sin embargo, en un caso y en otro, los metros en sí, serán los mismos.
No deseo incursionar en ningún análisis profundo. Solo hacer una mención desde la práctica, en especial, desde la práctica organizacional.
En unos casos, solo se deberán considerar los datos objetivos. En otros, a los datos objetivos podrá adicionársele una percepción, interpretación, etc., según la circunstancia.
Lo expuesto hasta aquí podrá ser analizado de distintas maneras. Sólo como una reflexión sobre cada uno de nosotros, sobre la sociedad en su conjunto. También, y desde la disciplina de Recursos Humanos, podrá ser una reflexión para tener en cuenta en relación con las mediciones, de distinto tipo, que se realizan en el ámbito de la organización.
Por ejemplo, al medir el desempeño de un colaborador, al realizar una autoevaluación o, en el rol de evaluador, en cualquier otra circunstancia, se deberá considerar la cuestión aquí planteada. En caso contrario, se podrá incurrir en algún error relevante, en diferentes momentos, en la fijación objetivos y, luego, en la posterior medición de los resultados obtenido. También, en la observación de comportamientos, cuando el propósito sea medir competencias.
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